La Venezuela actual es un hervidero político que induce a las más disímiles posiciones en las filas de la oposición. A pesar de que parece haber consenso en la necesidad de presentar una plataforma unitaria en las próximas elecciones municipales y legislativas, y en conocimiento del declive gradual de la des-gastada imagen del caudillo que arrastra a todo su entorno y genera reales oportunidades de triunfo, las apetencias grupales y perso-nales se potencian.
Toda aspiración política es legítima en una democracia sana y funcional, pero deben ser sacrificadas cuando el institucionalismo republicano está minado y corroído por un avasallante personalismo rayano en tiranía. Esa es nuestra realidad y difícilmente podremos revertirla si no cambiamos nuestra actitud, anteponiendo el interés nacional sobre cualquier pretensión personal. La unidad es nuestra única alternativa.
No hay dudas de que el oficialismo tendrá una sola línea de acción y candidatos unitarios para cada cargo electivo: los señalados por la "infalible" e indiscutida voz del mega-líder. No obstante, los sondeos indican que con una estrategia adecuada la oposición tiene real oportunidad, por primera vez desde 1998, de tutearse con el oficialismo en las elecciones de 2010... ¡con una estrategia adecuada!
ESCENARIO: Las encuestadoras serias distribuyen actualmente la torta electoral venezolana en tres porciones. Poco más o menos de un 30% de la población apoya incondicionalmente, por conveniencia o convicción, al régimen encabezado por Chávez; alrededor de un 20% lo adversa irremisiblemente. La mitad restante está compuesta por indiferentes manifiestos (o solapados), por disidentes dubitativos y por desilu-sionados ex-adeptos al proceso que no se identifican con la oposición. Todos ellos conforman el grupo de los denominados "ni-ni".
SELECCIÓN DE CANDIDATOS: En los comicios previstos para el próximo año se elegirán cerca de 180 diputados a la Asamblea Nacional y alrededor de 5000 curules municipales, incluyendo los concejos comunales. Ahora bien, ante la perentoria necesidad de presentar candidatos unitarios a estos cargos, ¿qué método utilizar para seleccionar a los más idóneos: concertación, encuestas o primarias? La respuesta no es sencilla ni la decisión fácil, cada alternativa representa un reto en sí mismo; por ejemplo, ¿quiénes podrían alcanzar un consenso suficientemente respaldado por las partes involucradas?, ¿cómo evitar la duplicidad de "acuerdos"? Si se opta por las encuestas, ¿cuáles seleccionar?, ¿contratadas por quién?, ¿financiadas por quién?
Pareciera que, entonces, la mejor opción sería las elecciones primarias, que podrían ser organizadas por entes preparados para ello (Súmate, Ojo Electoral, partidos políticos, etc). Por supuesto, el CNE nunca sería una alternativa; aunque la indefinición de la nueva LOPE (Ley Orgánica de Procesos Electorales) podría atentar contra la autonomía de esta decisión. No está exenta de potenciales inconvenientes esta propuesta: además de la segura inhibición de vastos sectores de empleados públicos, el enfrentamiento en campaña de personajes opositores y lo complicado de implementar la consulta a nivel nacional pudieran hacerla poco llamativa; pero es en nuestro criterio la más equitativa, justa e incluyente de las posibilidades. En todo caso, y en lugar de imponer decisiones centralizadas, cada región debería estudiar las alternativas y decidir de forma consensual la más conveniente para cada una de ellas. Y por encima de todo, so pena de perder cualquier opción de triunfo opositor, el mandato obligatorio es una incuestionable transparencia en la selección de los candidatos.
TARJETA ÚNICA: Independientemente de la metodología utilizada para alcanzar la "unidad perfecta" que se busca, ésta podría colapsar si no se concreta la presentación de una Tarjeta Única para plasmarla. No es momento de egoísmos partidistas o grupales. Si la no presentación de sus colores representa la pérdida de la condición de partido político ante el CNE es un sacrificio menor en comparación con lo que nos estamos jugando, y seguramente será recompensado cuando retomemos la normalidad institucional. Sólo así podremos demostrar que la unidad es real y tendremos la autoridad moral para convocar a quienes nos ven con recelo. Sólo así demostraremos que tirios y troyanos tenemos un propósito común: la recuperación de nuestra democracia. Así, los disidentes no tendrán excusas a la hora de votar en contra de la maquinaria oficialista.
22 octubre 2009