Yo sé, Papá Dios, que tú dispones
para todos tus hijos, lo mejor;
que profesas por nosotros un amor
superior a las humanas pasiones.
Sé que todas nuestras oraciones
son recibidas por Ti con regocijo;
que guardas para tus buenos hijos
la gracia y felicidad eterna.
Sé que, en tu Divinidad paterna,
nos reservas en el cielo Tu cobijo.
También sé, Papá Dios, que nos pediste
que sigamos, sin dudar, tus mandamientos;
que cada uno de nuestros pensamientos
represente la bondad que Tú nos diste.
Sé que, a través de Tu Hijo, nos dijiste
que el real amor al prójimo es primero,
que hacer el bien es el gesto más sincero
de humildad y contrición humana;
que es el lazo que nos une y nos hermana,
la razón de Su tormento más postrero.
Mamá se fue, Papá Dios; se fue a Tu encuentro.
Vivió su vida como Tú nos lo ordenaste,
nos entregó todo su amor sin preocuparse
si para ella significaba algún tormento.
Tuvo para nosotros, en todo momento
bueno o malo que nos tocó vivir,
su corazón a flor de piel para sentir
nuestras alegrías y nuestros sufrimientos;
sintiendo todos nuestros sentimientos
como parte esencial de su existir.
Y fue, Papá Dios, durante toda su vida
ejemplo de virtud y de entereza.
No hubo en ella nunca dudas ni flaquezas
que dieran a odio alguno acogida.
Entregó todo su amor, y sin medida:
amor de hija, de hermana, y a sus nietos;
amor de madre, luego del Tuyo, el más perfecto
que nos prodigó en la tormenta y en la calma;
amor de esposa, al complemento de su alma;
amor por Ti, por tus valores y preceptos.
Por ello sé, Papá Dios, que mi mamá
ya se encuentra en un lugar privilegiado,
sé que junto a papá ya está a Tu lado
disfrutando de la dicha celestial.
Sé que es así, y es mi gran felicidad;
pero por culpa del humano egoísmo
me digo y me repito a mí mismo
que el tiempo pasará, y en él confío
para que saque de mi alma este vacío
que, más que un vacío, es un abismo.
RAFAEL BERVÍN F.
2019