La dictadura es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a la figura de un solo individuo, que es llamado líder y que por lo general no reconoce ser un dictador. Este gobierno se caracteriza por la ausencia de división de poderes, una evidente propensión a ejercer arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que lo apoya, la imposibilidad de disensión por parte de los gober-nados y el bloqueo de los mecanismos institucionales por medio de los cuales la oposición podría acceder al poder. Su aparataje de sustentación política se basa en la represión, abierta y solapada; esgrimiendo por lo general razones de Estado y catalogando a sus opositores de traidores a la patria; propiciando, además, la disolución de los partidos políticos opositores y creando un partido único en torno al líder. Igualmente, procura establecer una hegemonía comunicacional, cerrando o sometiendo a los medios convencionales de comunicación para así poder divulgar sin obstáculos su ideario político, que busca adoctrinar al pueblo en la “necesidad” de que el líder máximo permanezca en el poder para lograr salvar a la patria de sus enemigos, internos y externos. El líder, según esta visión mesiánica, es “el pueblo”; cualquier oposición a él es traición a la patria.
En Venezuela existe actualmente una dictadura que se ha venido instaurando gradualmente; si Chávez no la había logrado implementar antes había sido por falta de control sobre las instituciones del país, pero éstas ya fueron totalmente sometidas por el caudillo de Miraflores. Por supuesto, de haber sido exitoso en cualquiera de los dos golpes de Estado que protagonizó en 1992 no habría tardado tanto. Pero ya está implementada. El control que ejerce sobre los otros cuatro poderes (minúscula intencional) es complementado con un mazacote ideológico justificado en una retahíla de slogans y “frases hechas” que sirven para todo: desde el enjuiciamiento, expatriación y encarcelamiento de opositores acusados de conspiración; hasta la reversión de la descentralización en nombre de la “soberanía”. En el ínterin y de manera descarada, esta “soberanía” está siendo defendida por un ejército de extranjeros –cubanos la mayoría– que controlan los centros neurálgicos del poder político, civil y militar. Esta es la vía de perpetuación de Chávez en el poder; sacrificando el régimen constitucional por medio de mecanismos pseudo-constitucionales que hacen honor a la frase pronunciada por un megalómano y criminal líder de la depauperada Alemania de 1931: “la democracia debe destruirse con las armas de la democracia”.
Esta contundente realidad, no obstante, es pragmáticamente ignorada por la comu-nidad internacional. Vemos como un Club de Presidentes se reúne con el propósito de crear mecanismos de “defensa” de las democracias latinoamericanas, y reciben con honores a Chávez, Castro, Ortega, Morales y Correa; quienes han atentado reiterada-mente contra ellas. Vemos, en contrapartida, como condenan y aíslan a la sociedad hondureña, que logró evitar la imposición de un régimen autocrático vendido a los intereses de la logia izquierdista encabezada por Castro y Chávez. Vemos la indiferencia de estos mandatarios y de muchos líderes de otros continentes ante las constantes y documentadas denuncias de violación de derechos humanos en Venezuela; a las cuales responden con el manido argumento de la no injerencia y de la potestad de Chávez a administrar una “democracia participativa” convalidada con el apoyo popular. Lo mismo aplica para Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Habría que preguntarle a estos “estadistas” ¿dónde queda el respeto a las “minorías”?, ¿para qué carajo sirven los mecanismos constitucionales si pueden ser ignorados por cualquier autócrata de turno? Esas preguntas deberían ser respondidas, principalmente, por los montoneros y cuartelarios que acceden al poder por cualquier vía, incluido el voto popular. Pero para ellos no es necesario, la legitimación internacional es una coartada que les permite adueñarse de su país y validar su accionar con una ¡aprobación referendaria!
Esa es nuestra cruda realidad; pero a pesar de todo ello, los venezolanos no nos resignamos. Con valientes posiciones de un grupo de ciudadanos de todos los segmentos de la sociedad hemos logrado abrir vías institucionales de resistencia al régimen autocrático. Aunque estas vías son pocas y los obstáculos son cada vez mayores, el valor y determinación de esta masa opositora, aunada a la ineficiencia y corrupción de los entes de gobierno, comienza a evidenciar las fracasadas políticas oficiales que nos han retrotraído a condiciones de vida que ya habíamos superado hacía décadas. Gradual-mente, el verdadero PUEBLO, desengañado por las múltiples promesas incumplidas, comienza a evidenciar el disgusto con un régimen de tendencia extremista que nos pretende IMPONER un sistema de gobierno intolerante y arcaico; ajeno a la idio-sincrasia del venezolano y que muy pocos respaldan.
La tendencia opositora, debido a ello, ha ido y seguirá creciendo; impulsada, además, por la concientización del ciudadano común y por el evidente deterioro de la moral oficialista. Pero precisamente esa amoralidad llevará al régimen a ir cerrando los pocos caminos democráticos de lucha que aún tenemos, utilizando todos los mecanismos represivos y demagógicos a su alcance. Consecuentemente, hoy más que nunca debemos ser muy cuidadosos en nuestras decisiones. La unidad de criterios en el objetivo supremo debe ser prioritaria; y este objetivo no es otro que la recuperación de la democracia. Debemos dejar de lado mezquindades y personalismos, ya habrá tiempo de contender limpiamente entre nosotros cuando disfrutemos de todas las garantías constitucionales. Hoy la UNIDAD debe ser nuestra divisa. Debemos execrar cualquier opción mesiánica que se nos presente por llamativa que ésta sea; especialmente si no coincide con nosotros en el objetivo fundamental. Ya hemos sido testigos de la tardía disidencia de factores del oficialismo que cómplicemente convalidaron los desmanes del régimen por largos años y hoy se nos presentan cual límpidos opositores.
¡Pues no!... Aunque aceptamos la incorporación de todos los sectores de la sociedad, ésta tiene que ser sincera, sin medias tintas ni condicionamientos. Muchos venezolanos se encuentran hoy encarcelados, exiliados, perseguidos, despojados de sus bienes o “inhabilitados” políticamente por indiscutida culpa de los gendarmes de este régimen, bien por su nefasta acción o por su cobarde omisión. Debemos convencernos de que mientras Chávez sea presidente no tendremos democracia y de que el fin último de nuestro accionar debe ser derrotarlo en las elecciones de diciembre de 2012. Para ello, para poder tener opción de triunfo tenemos que contar, a partir de enero de 2011, con un cuerpo legislativo que sirva de contención a las tropelías que intentará Chávez para convertirse en emperador.
Para lograr nuestro propósito, además de conformar una sólida unidad en torno a nuestros ideales, debemos estar convencidos de tres preceptos fundamentales: 1. NO tenemos democracia, 2. debemos recuperarla y 3. debemos hacerlo por vías democrá-ticas; es decir, organización ciudadana, protesta cívica –cuando ésta sea necesaria– y VOTO consciente.
24 febrero 2010.