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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:55

En la ciudad de Caracas a 19 de abril de 1810, se juntaron en esta sala capitular los señores que abajo firmarán, y son los que componen este muy ilustre Ayuntamiento, con motivo de la función eclesiástica del día de hoy, Jueves Santo, y principal-mente con el de atender a la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad, no sólo por el cautiverio del señor Don Fernando VII, sino también por haberse disuelto la junta que suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de sus dominios invadidos por el Emperador de los franceses, y demás urgencias de primera necesidad, a consecuencia de la ocupación casi total de los reinos y provincias de España, de donde ha resultado la dispersión de todos o casi todos los que componían la expresada junta y, por consiguiente, el cese de su funciones. Y aunque, según las últimas o penúltimas noticias derivadas de Cádiz, parece haberse sustituido otra forma de gobierno con el título de Regencia, sea lo que fuese de la certeza o incertidumbre de este hecho, y de la nulidad de su formación, no puede ejercer ningún mando ni jurisdicción sobre estos países, porque ni ha sido constituido por el voto de estos fieles habitantes, cuando han sido ya declarados, no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional; y aunque pudiese prescindirse de esto, nunca podría hacerse de la impotencia en que ese mismo gobierno se halla de atender a la seguridad y prosperidad de estos territorios, y de administrarles cumplida justicia en los asuntos y causas propios de la suprema autoridad, en tales términos que por las circunstancias de la guerra, y de la conquista y usurpación de las armas francesas, no pueden valerse a sí mismos los miembros que compongan el indicado nuevo gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los demás dictan la necesidad de procurar los medios de su conservación y defensa; y de erigir en el seno mismo de estos países un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo, conforme a los mismos principios de la sabia Constitución primitiva de España, y a las máximas que ha enseñando y publicado en innumerables papeles la junta suprema extinguida. Para tratar, pues, el muy ilustre Ayuntamiento de un punto de la mayor importancia tuvo a bien formar un cabildo extraordinario sin la menor dilación, porque ya pretendía la fermentación peligrosa en que se hallaba el pueblo con las novedades esparcidas, y con el temor de que por engaño o por fuerza fuese inducido a reconocer un gobierno legítimo, invitando a su concurrencia al señor Mariscal de Campo don Vicente de Emparan, como su presidente, el cual lo verificó inmediatamente, y después de varias conferencias, cuyas resultas eran poco o nada satisfactorias al bien político de este leal vecindario, una gran porción de él congregada en las inmediaciones de estas casas consistoriales, levantó el grito, aclamando con su acostumbrada fidelidad al señor Don Fernando VII y a la soberanía interina del mismo pueblo; por lo que habiéndose aumentado los gritos y aclamaciones, cuando ya disuelto el primer tratado marchaba el cuerpo capitular a la iglesia metropolitana, tuvo por conveniente y necesario retroceder a la sala del Ayuntamiento, para tratar de nuevo sobre la seguridad y tranquilidad pública. Y entonces, aumentándose la congregación popular y sus clamores por lo que más le importaba, nombró para que representasen sus derechos, en calidad de diputados, a los señores doctores don José Cortés de Madariaga, canónigo de merced de la mencionada iglesia; doctor Francisco José de Rivas, presbítero; don José Félix Sosa y don Juan Germán Roscio, quienes llamados y conducidos a esta sala con los prelados de las religiones fueron admitidos, y estando juntos con los señores de este muy ilustre cuerpo entraron en las conferencias conducentes, hallándose también presentes el señor don Vicente Basadre, intendente del ejército y real hacienda, y el señor brigadier don Agustín García, comandante subinspector de artillería; y abierto el tratado por el señor Presidente, habló en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que quedan nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre otras cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón notificaron al pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo quedase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre, se procedió a lo demás que se dirá, y se reduce a que cesando igualmente en su empleo el señor don Vicente Basadre, quedase subrogado en su lugar el señor don Francisco de Berrío, fiscal de Su Majestad en la real audiencia de esta capital, encargado del despacho de su real hacienda; que cesase igualmente en su respectivo mando el señor brigadier don Agustín García, y el señor don José Vicente de Anca, auditor de guerra, asesor general de gobierno y teniente gobernador, entendiéndose el cese para todos estos empleos; que continuando los demás tribunales en sus respectivas funciones, cesen del mismo modo en el ejercicio de su ministerio los señores que actualmente componen el de la real audiencia, y que el muy ilustre Ayuntamiento, usando de la suprema autoridad depositada en él, subrogue en lugar de ellos los letrados que merecieron su confianza; que se conserve a cada uno de los empleados comprendidos en esta suspensión el sueldo fijo de sus respectivas plazas y graduaciones militares; de tal suerte, que el de los militares ha de quedar reducido al que merezca su grado, conforme a ordenanza; que continuar las órdenes de policía por ahora, exceptuando las que se han dado sobre vagos, en cuanto no sean conformes a las leyes y prácticas que rigen en estos dominios legítimamente comunicadas, y las dictadas novísimamente sobre anónimos, y sobre exigirse pasaporte y filiación de las personas conocidas y notables, que no pueden equivocarse ni confundirse con otras intrusas, incógnitas y sospechosas; que el muy ilustre Ayuntamiento para el ejercicio de sus funciones colegiadas haya de asociarse con los diputados del pueblo, que han de tener en él voz y voto en todos los negocios; que los demás empleados no comprendidos en el cese continúen por ahora en sus respectivas funciones, quedando con la misma calidad sujeto el mando de las armas a las órdenes inmediatas del teniente coronel don Nicolás de Castro y capitán don Juan Pablo de Ayala, que obraran con arreglo a las que recibieren del muy ilustre Ayuntamiento como depositario de la suprema autoridad; que para ejercerla con mejor orden en lo sucesivo, haya de formar cuanto antes el plan de administración y gobierno que sea más conforme a la voluntad general del pueblo; que por virtud de las expresadas facultades pueda el ilustre Ayuntamiento tomar las providencias del momento que no admitan demora, y que se publique por bando esta acta, en la cual también se insertan los demás diputados que posteriormente fueron nombrados por el pueblo, y son el teniente de caballería don Gabriel de Ponte, don José Félix Ribas y el teniente retirado don Francisco Javier Ustáriz, bien entendido que los dos primeros obtuvieron sus nombramientos por el gremio de pardos, con la calidad de suplir el uno las ausencias del otro, sin necesidad de su simultánea concurrencia. En este estado notándose la equivocación padecida en cuanto a los diputados nombrados por el gremio de pardos se advierte ser sólo el expresado don José Félix Ribas. Y se acordó añadir que por ahora toda la tropa de actual servicio tenga press y sueldo doble, y firmaron y juraron la obediencia a este nuevo gobierno.

Vicente de Emparan; Vicente Basadre; Felipe Martínez y Aragón; Antonio Julián Álvarez; José Gutiérrez del Rivero; Francisco de Berrío; Francisco Espejo; Agustín García; José Vicente de Anca; José de las Llamosas; Martín Tovar Ponte; Feliciano Palacios; J. Hilario Mora; Isidoro Antonio López Méndez; Licenciado Rafael González; Valentín de Rivas; José María Blanco; Dionisio Palacios; Juan Ascanio; Pablo Nicolás González, Silvestre Tovar Liendo; Doctor Nicolás Anzola; Lino de Clemente; Doctor José Cortes, como diputado del clero y del pueblo; Doctor Francisco José Rivas, como diputado del clero y del pueblo; como diputado del pueblo, doctor Juan Germán Roscio; como diputado del pueblo, Doctor Félix Sosa; José Félix Ribas; Francisco Javier Ustáriz; fray Felipe Mota, prior; Fray Marcos Romero, guardián de San Francisco; Fray Bernardo Lanfranco, comendador de la Merced; Doctor Juan Antonio Rojas Queipo, rector del seminario; Nicolás de Castro; Juan Pablo Ayala; Fausto Viana, escribano real y del nuevo Gobierno; José Tomás Santana, secretario escribano.

 

Publicación del Acta del Ayuntamiento.

En el mismo día, por disposición de lo que se manda en el acuerdo que antecede, se hizo publicación de éste en los parajes más públicos de esta ciudad, con general aplauso y aclamaciones del pueblo, diciendo: ¡Viva nuestro rey Fernando VII, nuevo Gobierno, muy ilustre Ayuntamiento y diputados del pueblo que lo representan! Lo que ponemos por diligencia, que firmamos los infrascritos escribanos de que demos fe.

Viana, Santana.


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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:51

... viene de "La Independencia de Venezuela"

En julio de 1817, la capital de la provincia de Guayana es tomada por los patriotas, y sirve como base para la reorganización del Estado. Bolívar, como jefe supremo, crea las instituciones que darían soporte jurídico a la República que renacía de sus cenizas. El 15 de febrero de 1819 se reúne en Angostura el segundo Congreso de Venezuela, donde Bolívar pronuncia su épico Discurso y es nombrado Presidente de Venezuela. Dejando al vicepresidente Zea encargado del Ejecutivo, Bolívar emprende, en compañía de lo más granado del ejército venezolano, la campaña que culminaría en Boyacá, con la batalla que sella la independencia de la Nueva Granada. Una vez organizadas aquellas provincias, las cuales quedaron bajo el mando del general Francisco de Paula Santander, el Libertador regresa a Angostura, donde el Congreso, a proposición suya, expide la Ley Fundamental de Colombia; dando así inicio a su sueño de unidad americana. La nueva República de Colombia fue dividida en tres departamentos: Venezuela, Quito y Cundinamarca. El propio Bolívar es su presidente.

El 6 de mayo de 1821 se reúne el Congreso Constituyente de la Villa del Rosario, presidido por Félix Restrepo. En él se ratifica la ley fundamental del Congreso de Angostura que había creado la República de Colombia, se fija la capital provisional en Bogotá, y se sanciona la primera Constitución política de la Gran Colombia.
Igualmente, se eligen los poderes públicos y se ratifican las facultades dictatoriales de Bolívar como Presidente. Santander es nombrado Vicepresidente de la República
.
El 24 de junio de 1821 logra Bolívar una aplastante victoria en la Batalla de Carabobo sobre las tropas comandadas por el general La Torre, se rinde también la guarnición realista en Caracas. El territorio venezolano ha sido liberado. El Libertador entra triunfante a su ciudad natal donde es aclamado.

La Constitución Colombiana establecía un mandato de cuatro años; pero habiendo resuelto el mismo Congreso que el período presidencial debía coincidir con el legislativo, que comenzaría sus sesiones en enero de 1823, aquellos nombramientos continuaron vigentes hasta 1827.

Durante la larga ausencia del Presidente, concentrado en las campañas que asegurarán la independencia americana, el destino de Colombia dependerá de dos hombres: Santander, presidente interino y Páez, jefe militar de Venezuela. Las manifiestas diferencias de sus caracteres han de incidir, de forma determinante, en el futuro de la República.

Los Congresos reunidos en Bogotá desde 1823 hasta 1827 hicieron esfuerzos por trocar en gobierno constitucional la dictadura que, en pro de la unidad nacional, se mantenía vigente. El 23 de noviembre de 1826 vuelve Bolívar a Bogotá y reasume la presidencia; debe enfrentar la crisis política conocida como «La Cosiata»: A comienzos de 1826 la municipalidad de Caracas acusa ante el Congreso reunido en Bogotá al general Páez, Comandante Militar de Venezuela, de haber empleado la violencia en el proceso de reclutamiento. Admitida la denuncia, es destituido de su cargo y llamado ante el Senado para responder por los cargos.

Páez se halla en Valencia, donde el 30 de abril estalla una insurrección que le solicita no viajar a Bogotá. Permanece en Venezuela y retoma el mando que la municipalidad de Valencia le ofrecía, colocándose en rebeldía frente al Gobierno Central. La mayoría de las municipalidades, incluyendo la de Caracas, respaldan al guerrero. Las causas de esta crisis se remontan a la formación de la Gran Colombia, pues los deseos de autonomía venezolanos se habían visto cercenados con la integración de sus territorios a la Unión. En 1821 la constitución de Cúcuta había sido jurada «con reservas» por la municipalidad caraqueña. Entre 1822 y 1824 los redactores de El Venezolano se declaraban partidarios del sistema federal, y exponían que la utilidad de la mancomunidad había cesado al consolidarse la independencia.

Llega Bolívar a Venezuela, y el 1° de enero de 1827 dicta un decreto de amnistía que robustece la posición de Páez, quien es nombrado Jefe Superior Civil y Militar del departamento del Norte. El Libertador permanece en Caracas hasta julio; en este tiempo hace esfuerzos por sanear la administración pública, impulsar la economía y modernizar las estructuras educativas venezolanas. Vuelve a Bogotá.

En los años sucesivos la causa separatista va ganando adeptos, Páez consulta a las diferentes municipalidades, que en su mayoría se pronuncian por la autonomía de Venezuela. La desintegración de la Gran Colombia parece inminente.

El 16 de enero de 1830 se publica un decreto del general Páez, en el cual se nombra un gobierno provisional y se convoca a elecciones para un Congreso Constituyente. Con este Decreto de Reorganización del Gobierno, fechado el día 13 de enero, Páez asume de facto la presidencia de la República. Venezuela retomaba su autonomía política decretando la disolución de la Gran Colombia.


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Presidentes Constitucionales de Venezuela" Caracas, 2001

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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:50

El proceso de integración política de Vene-zuela puede definirse como una sucesión de acontecimientos que, a lo largo de los años, ha derivado en la conformación actual de nuestra estructura como país.

Aunque la identidad, y por ende, la nacio-nalidad venezolana data de la integración de las razas autóctonas y el contingente europeo que arribó a nuestras tierras a partir del siglo XVI; Venezuela sólo obtuvo su unidad político-administrativa a partir de 1777, año en el cual, por Real Cédula del 8 de Septiembre, se decretó la creación de la Capitanía General de Venezuela, y se nombró al gobernador de Caracas como su primera autoridad  gubernamental y militar. Esta capitanía estuvo constituida por seis provincias (Caracas, Cumaná, Guayana, Maracaibo, Trinidad y Margarita), anterior-mente autónomas entre sí y dependientes en lo político del virreinato de Santa Fe.

El primer gobernador y capitán general de las provincias unidas de Venezuela fue Luis de Unzaga y Amézaga quien se convirtió, así, en la más alta autoridad de gobierno en el primer momento de nuestra unidad político-territorial.

La concreción de la unificación de Venezuela se verifica con la creación de la Real Audiencia de Caracas debido a lo cual, a partir de 1786, las provincias venezolanas, que hasta entonces dependían de la Real Audiencia de Santo Domingo, quedan también integradas judicialmente.

El gobierno unificado de las provincias venezolanas fue confiado, como antes de la creación de la capitanía general de Venezuela, a diferentes personalidades nombradas desde la metrópolis; con lo cual se coartaba los crecientes deseos de autodeterminación locales y se daba continuación a una progresiva maduración política que desencadenaría en los sucesos del 19 de abril de 1810; hechos que dieron inicio a un proceso que sólo culminaría con la emancipación hispanoamericana. Venezuela supo liderar la consolidación de este proceso independentista, hasta el punto de forzar la renuncia de la máxima autoridad constituida de la corona en su territorio, en la persona de su Capitán General. Una vez consumados los determinantes acontecimientos de este jueves santo con la firma del Acta del 19 de abril de 1810, es constituida la Junta Suprema Conser-vadora de los Derechos de Fernando VII, o «Nuevo Gobierno» como se autodefinía. Estaba formada por 23 miembros encabezados por dos presidentes: el venezolano Martín Tovar Ponte y el  español José de las Llamozas. Aunque no había unidad de criterios, prevalecía una mayoría dispuesta a concluir el movimiento con la pro-clamación de la independencia absoluta de Venezuela. En manifiesto del 27 de abril, dirigido por la Junta de Caracas a los cabildos de América, la revolución venezolana se declara decididamente independentista y de vocación continental: «Caracas debe encontrar imitadores en todos los habitantes de América».

Los cabildos de las principales ciudades: Cumaná, Barinas, Trujillo, Barcelona, Mérida y Margarita crearon juntas similares a la de Caracas; no así Coro ni Maracaibo, que permanecieron fieles a la regencia de España. Guayana, que había formado una junta, se une posteriormente a las provincias fieles al régimen español. No se concibe aún una conciencia de unidad nacional: se manifiestan desde el mismo principio de la independencia tensiones entre ciudades vecinas que desencadenan rivalidades, ya latentes desde la colonia, y que tendrían hondas repercusiones sobre el destino de Venezuela.

Pocas semanas después de constituida la Junta de Caracas se crea el Tribunal Superior de Apelaciones (que sustituía a la Real Audiencia), un Tribunal de Policía y una Junta de Guerra para la defensa de las provincias. A comienzos de mayo se convoca a elecciones de segundo grado para la formación de la «Junta General de Diputación de las Provincias de Venezuela». El 2 de marzo de 1811 se reúnen en Caracas los repre-sentantes electos de las siete provincias que habían enfrentado la Regencia, con-formando la «Confederación Americana de Venezuela del Continente Meridional», y adoptando el título de Supremo Congreso de Venezuela. En el período comprendido entre la convocatoria a elecciones y la reunión del Congreso se había desarrollado, en las diferentes provincias, una intensa campaña por la independencia absoluta. El 16 de marzo se nombra un triunvirato encargado de regir los  destinos de Venezuela; formado por Cristóbal Mendoza, Juan de Escalona y Baltazar Padrón, quienes se turnarían semanalmente en la presidencia del Poder Ejecutivo.  

La idea de independencia absoluta fue arraigándose en el Congreso, donde diferentes diputados la apoyaban con alegatos históricos; otros, como el sacerdote Manuel Vicente Maya, diputado por La Grita, se oponían a la ruptura definitiva con España. No obstante, la mayoría liderada por Francisco de Miranda, Juan Germán Roscio y Francisco Javier Yánez terminó imponiéndose y a las tres de la tarde del 5 de julio, una vez realizada la votación, fue proclamada la independencia absoluta de Venezuela, la cual quedaría formalizada en un documento cuya elaboración fue encomendada a Juan Germán Roscio y Francisco Isnardi. Este documento, convertido en Acta de Declaración de Independencia, fechada en Caracas el 5 de Julio de 1811, una vez revisada, fue aprobada el día 7 por el Congreso con la firma de cuarenta y un diputados, y remitida al Ejecutivo el día 8. El documento original fue extraviado debido a la inestabilidad generada por la guerra de emancipación, pero su contenido se conoce gracias a la publicación que de él hicieron la «Gaceta de Caracas» y el «Publicista de Venezuela» en 16 de ese mes.

La resistencia a la independencia se acentúa en diferentes ciudades; Maracaibo, Guayana y, especialmente, Coro actúan para contrarrestarla. Su gobernador encomienda a Domingo de Monteverde el mando de las tropas que reconquistan para la Corona el centro del país y amenazan la consolidación de la inestable Primera República, cuya defensa había sido confiada al generalísimo Francisco de Miranda. El 25 de julio de 1812 es firmada la Capitulación de San Mateo, con la cual  se cierra el primer capítulo de autodeterminación venezolana, y se restituye la regencia española. Contraviniendo los términos acordados, Monteverde instaura un régimen de persecución política contra los más conocidos patriotas, quienes, en su mayoría, son reducidos a prisión o desterrados del país.

Se intensifica la lucha que daría lugar al Decreto de «Guerra a Muerte», se alternan pírricos triunfos y derrotas: el 6 de agosto de 1813, Bolívar entra triunfante a la ciudad de Caracas, emblemática del poder político; instaurando un precario gobierno que en junio de 1814 se ve nuevamente truncado con la «emigración a oriente»; forzada por la acometida realista que encabeza José Tomás Boves. Juan Manuel Cajigal asume como Capitán General de Venezuela en representación de los intereses del Rey.

Continúan los enfrentamientos en el oriente del país hasta diciembre de 1814 cuando, con la derrota de Urica, se ve liquidada toda resistencia patriota. Pocos meses después, en mayo de 1815, una poderosa fuerza expedicionaria, al mando del general Pablo Morillo, desembarca en las costas de Venezuela y reconquista todo el norte de Suramérica. En los años sucesivos se hacen permanentes esfuerzos libertarios, liderados por los más insignes republicanos; que no logran socavar el poderío español, el cual se ve fortalecido por la reinstauración del régimen absolutista de Fernando VII.

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"Presidentes Constitucionales de Venezuela" Caracas, 2001

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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:45

¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios.

Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón.

Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectabilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada.

La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus faces, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.

¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!

Simón Bolívar


Juramento hecho por Simón Bolívar en Roma en el 15 de agosto de 1805 en el Monte Sacro, siendo un joven de 22 años de edad. Con él estaban sus amigos Simón Rodríguez, quien contaba entonces unos 36 años y había sido su maestro en Caracas, y Fernando Rodríguez del Toro, de 32. Habían salido de París el 6 de abril anterior, y por la vía de Lyon, Chambéry, Turín, Milán, donde vieron a Napoleón coronarse como Rey de Italia, Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron hacia el mes de julio a Roma. El 15 de agosto se dirigieron los tres al llamado Monte Sacro, situado entonces fuera del recinto de la ciudad, a orillas del río Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la antigua Roma, que los tres venezolanos conocían bien, porque allí se habían retirado los plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de la República. Es muy probable, como lo insinuó el mismo Bolívar años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro tanto él como sus compañeros tuvieran el propósito de realizar un gesto simbólico, como venezolanos que deseaban la independencia de la patria nativa y de toda la América entonces dominada por España. Ascienden por las laderas de la colina, y en la cima conversan sobre la sucesión de las civilizaciones, su apogeo y su declinación a través de los siglos. Son hombres penetrados por el espíritu de la Ilustración racionalista, que creen en el progreso indefinido del género humano, influenciados también por el nacionalismo y el romanticismo presentes ya en la Europa de aquellos años. Aquella tarde, mientras el sol se dirige a su ocaso, hablan largamente de las sociedades humanas del pasado, de las luces y las sombras de la historia, de la lucha contra la tiranía y del anhelo de libertad que ya tenían los plebeyos de Roma, cinco siglos antes de Cristo, cuando se reunieron y fortificaron en el Monte Sacro para luchar contra la injusticia.


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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:35

Para evitar los graves perjuicios y dispendios que se originan a los habi-tantes de las Provincias comprendidas en la Capitanía General de Caracas, de recurrir por apelación, en sus negocios, a la Audiencia Pretorial de Santo Domingo, he venido en crear otra en la Capital de Caracas, cuyo distrito ha de extenderse, además de la Provincia de Venezuela, a la de Cumaná, Maracaibo y Guayana, y a las dos islas, Trinidad y Margarita; quedando ceñida la juris-dicción de la Audiencia de Santo Domingo a la parte española de aquella isla, la de Cuba y Puerto Rico; y el número de sus Ministros al Regente, tres oidores y el Fiscal de lo civil, que lo ha de ser también del crimen.

La nueva Audiencia de Caracas ha de componerse de un Oidor Decano, Regente de ella con el sueldo, por ahora, de cinco mil pesos; de tres Oidores, con el mismo que tienen los de la de Santo Domingo, y un Fiscal que lo ha de ser único de ella don Julián Díaz de Saravia, actual Fiscal Criminal de dicha Audiencia: en cuya consecuencia me consultará la cámara; desde luego estas cuatro plazas, la primera en Ministro acreditado de otra Audiencia de Indias y las tres restantes, un letrado de conocida literatura y práctica de Tribunales. Tendráse entendido en el Consejo y Cámara de Indias para su cumplimiento.

En Aranjuez, a 6 de julio de 1786.


El Real decreto de creación de la Audiencia de Caracas fue emitido por orden del rey Carlos III.


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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:31

Simón Bolívar
Infancia
 

En la Caracas mantuana de 1783, un 24 de julio, nace en un hogar de noble alcurnia, el cuarto y último hijo del coronel Juan Vicente Bolívar y de María de la Concep-ción Palacios, es llamado Simón José Antonio de la Santísima Trinidad. Debido a una enfermedad que padece su proge-nitora, es amamantado por la juvenil esclava Hipólita. Los primeros días del infante transcurren en la Cuadra Bolívar, donde el niño cuenta con otra negra a su servicio: Matea, quien tiene la obligación de cuidarle y atenderle. El 19 de enero de 1786 muere el coronel Bolívar. María de la Concepción padece tuberculosis, que hace mella en su organismo, por lo cual, hacia 1790, decide trasladarse con su progenie al más saludable ambiente de su hacienda de San Mateo, donde el pequeño Simón convive por vez primera con la tropical belleza de los valles aragueños. Un día de julio de 1792, ya en Caracas, muere doña María Concepción, por lo que el huérfano es puesto al cuidado de su abuelo Feliciano Palacios Sojo. Tiene Bolívar nueve años y no sabe leer ni escribir. Simón Rodríguez, es encargado de enseñar al joven las primeras letras y gramática. Paralelamente, Rodríguez inculca al alumno sus revolucionarios ideales russonianos, que contribuyen a formar el espíritu del inteligente discípulo. Posteriormente, Bolívar recibe las enseñanzas de Andrés Bello. Los dos jóvenes, se compenetran perfectamente en los estudios y, siendo casi coetáneos, llegan a ser entrañables amigos.

Juventud

En enero de 1797, con trece años de edad, ingresa Bolívar como cadete del Batallón de Voluntarios Blancos de los valles de Aragua. Al cabo de año y medio de estudios militares, obtiene el grado de teniente de las tropas del Rey. Parte rumbo a Madrid, en enero de 1799, y hace escala en México. En España retoma y profundiza los estudios, bajo la égida de su tío Esteban, y posteriormente del marqués de Ustáriz, quien lo acoge en su lujosa residencia. Tiene la oportunidad de alternar con la realeza española. En mayo de 1802 contrae nupcias con María Teresa, hija de Bernardo Rodríguez del Toro, caraqueño radicado en España. Regresa el recién casado a Caracas en compañía de su amante esposa, con quien se dirige posteriormente a la hacienda familiar de San Mateo. El destino del genio le depara un duro golpe: María Teresa muere víctima de la fiebre amarilla, antes de cumplir los ocho meses de matrimonio.

Formación Política

Vuelve Bolívar a Europa, en Cádiz se encuentra con su tío Esteban y forma amistad con numerosos criollos venezolanos y de otros puntos coloniales de América. Luego de una irrelevante estadía en Madrid, se dirige a París,    donde tiene oportunidad de relacionarse con la decadente aristocracia      francesa. El 2 de diciembre de 1804, presencia la coronación de Napoleón. Conoce a Humbolt y entabla con él cordial amistad. En compañía de Simón Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro, inicia un viaje que durará varios meses y que  le llevará a recorrer Italia. El 15 de agosto de 1805, en la cima del Monte Sacro, hace Bolívar el juramento de libertar a su patria. Regresa a París, se informa acerca de los fallidos intentos libertarios de Miranda. Sale de Francia y se dirige a los Estados Unidos, donde permanece cinco meses. En junio de 1807, regresa a Venezuela y se consagra a las actividades propias de un terrateniente. A partir de 1808, se realizan en la Cuadra Bolívar reuniones donde se planeaban secretamente los primeros movimientos separatistas en contra de la Corona. Depuesto Emparan, Bolívar es enviado a Londres en misión diplomática junto a Bello y López Méndez. Con apenas veintisiete años de edad, es convertido por las apremiantes circunstancias en diplomático y coronel de milicias, grado que le es otorgado por la Junta de Caracas. Luego de las fallidas gestiones de la misión ante el canciller británico, Bolívar se entrevista con Miranda y lo persuade a conducir la guerra en Venezuela.

Carrera Militar

Se encarga de la jefatura del ejército a Miranda, quien en rápida campaña reduce a la sublevada Valencia. Bolívar lo acompaña. Sobre las ruinas del templo de San Jacinto, después del terremoto de 1812, Bolívar levanta su voz en contra de los fanáticos realistas que consideraban la tragedia como un  castigo divino. Es nombrado comandante del castillo de Puerto Cabello, la mayor fortaleza patriota; la cual pierde por una traición intestina que propicia su primera derrota militar. Capitula Miranda ante Monteverde y se reinstaura el gobierno español. Sale Bolívar con destino a Curazao. Expulsado de su patria, confiscados sus bienes; con ayuda económica local y en compañía de algunos compatriotas se dirige a Cartagena. Hace público el manifiesto que intenta explicar las razones del fracaso de la incipiente República, y clama por la liberación de Venezuela como única forma de garantizar la emancipación americana. Con doscientos hombres inicia la «campaña admirable», a paso vencedor va libertando poblados. Le es conferido el grado de general. Se suceden las batallas, son expulsados los realistas de las provincias de Mérida y Trujillo. En esta última ciudad, el 15 de junio de 1813, dicta Bolívar el «decreto de guerra a muerte». Finalmente el 7 de agosto hace su entrada triunfal en Caracas; mil quinientos soldados lo acompañan. Había recorrido dos mil kilómetros sin conocer la derrota. El 14 de octubre el ayuntamiento caraqueño lo proclama Libertador.


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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:30

... viene de "El Libertador"

El Libertador 

Las tropas realistas, ahora al mando de Boves, se agrupan y reorganizan. Bolívar y Mariño se reúnen para dar la batalla, que tiene lugar el 14 de junio de 1814 en La Puerta; los patriotas sufren aplastante derrota. Con los restos de su ejército, re-gresa a la capital desde donde el 7 de julio se inicia la emigración a oriente. Luego de particulares sucesos que envuelven intri-gas de poder,  Bolívar es expulsado de Carúpano por sus propios compatriotas. Llega a Cartagena y de allí a Bogotá, el gobierno de la Nueva Granada otorga a Bolívar el grado de Capitán General de sus ejércitos. Nuevas intrigas lo llevan a Jamaica, lugar donde escribe la carta que analiza el destino de las repúblicas ameri-canas. Sobrevive a un atentado contra su vida. Pasa a Haití. Con el apoyo de Petión organiza la expedición que, a finales de 1816, parte con el objeto de liberar a Venezuela; ya en marzo había fracasado en un primer intento. Desembarca en Barcelona y llega a Guayana. Ocupa Angostura el 18 de julio de 1817. Desde allí organiza la República; emprende varias campañas y su prestigio se acrecienta. El año de 1818 transcurre en una interminable sucesión de combates. Una patrulla realista atenta contra la vida del Libertador en su propio campamento, logra huir. El 15 de febrero de 1819 se reúne el Congreso en Angostura, el Libertador pronuncia un discurso célebre por la grandeza de sus ideas. Bolívar parte con destino a occidente. Después de atravesar los llanos y remontar los Andes, el 7 de Agosto de 1819 obtiene una determinante victoria en Boyacá, con la cual le devuelve la libertad a la Nueva Granada. Regresa victorioso a Angostura. El 17 de diciembre de 1819 proclama la creación de la Gran Colombia. Las tropas realistas
permanecen aún apostadas en diferentes regiones de Venezuela. A mediados de 1820 Morillo propone un armisticio que se acuerda por seis meses, y se firma el acta de regularización de la guerra. En Santa Ana se reúne con el general español. Agotado el armisticio se reanuda la contienda. La llanura de Carabobo es el lugar donde se desarrollará la batalla que sería decisiva para la independencia de Venezuela. El 24 de junio de 1821 logra Bolívar una aplastante victoria sobre las tropas comandadas por el general La Torre. Se rinde también la guarnición realista en Caracas. Venezuela ha sido liberada. El Libertador entra triunfante a su ciudad natal donde es aclamado. Se dirige de nuevo a Bogotá y desde allí inicia la campaña del Sur. Ecuador queda liberado con la victoria de Pichincha. En Quito se dedica a la organización de la administración de la Provincia. Se entrevista en Guayaquil con San Martín quien había declarado la independencia del Perú, pero que caería en la anarquía permitiendo el avance de los españoles. El Libertador se dirige a El Callao y luego a Lima. En campaña contra los sublevados se dirige al norte del país. Lima es reconquistada por los realistas, el Callao cae en manos españolas; la independencia americana está en peligro. En Pativilca Bolívar, enfermo, ratifica su voluntad de vencer. Ya repuesto logra una importante victoria en Junín, el 6 de agosto de 1824. Regresa a Lima, acomete la reorganización del gobierno y convoca a las naciones americanas a un Congreso que sentaría las bases de una futura Confe-deración de Estados. Deja el mando del ejército a Sucre, quien el 9 de diciembre de 1824 logra en Ayacucho el determinante triunfo que asegura la independencia del Perú. Bolívar autoriza una asamblea en el Alto Perú, que declara su independencia el 6 de agosto de 1825, y que en su honor asume el nombre de Bolivia. El Libertador redacta la constitución que ha de regir en la república creada por él. Ya organizada Bolivia, regresa a Lima a planificar lo que podría ser el porvenir de América.

 El Ocaso 

Páez está en manifiesto enfrentamiento con el gobierno central de Bogotá,  el Libertador arriba a Caracas y logra detener el proceso de guerra civil. Sale de su ciudad natal para no volver jamás. Se dirige a la capital colombiana. Comienza a desmoronarse el sueño bolivariano: se conspira en Bogotá,  el Perú revoca la presidencia vitalicia que había otorgado a Bolívar y acosa a Bolivia con intenciones expansionistas. En Bogotá debe enfrentar infinidad de problemas: la hacienda pública está en crisis a consecuencia de la guerra, y los partidos entorpecen la labor de gobierno. El 25 de septiembre de 1828 sus adversarios políticos irrumpen en el palacio de San Carlos con el propósito de asesinarle. Con la ayuda de su amada Manuela salva la vida milagrosamente. A principios de 1830 renuncia a la presidencia de la República que había sido creada gracias a su genio y tenacidad. Sale de Bogotá el 8 de mayo; se encamina a Cartagena con intención de embarcar a Europa, en busca de reposo para su quebrantada salud. La tuberculosis afecta hondamente su cansado organismo. En la montaña de Berruecos es asesinado Sucre; la noticia del crimen agrava los males del Padre de la Patria. Llega a Santa Marta, donde don Joaquín de Mier, un hidalgo español, le ofrece alojamiento. La Gran  Colombia, inmensa obra política del Libertador, se desintegra: poco después de la separación de Ecuador, Venezuela se constituye en estado autónomo. En la hacienda San Pedro Alejandrino dicta Bolívar su testamento y una última proclama haciendo un llamado a la unidad. l día 17 de diciembre de 1830, apenas pasada la una de la tarde, muere el Libertador; sus facciones expresan una perfecta serenidad, ningún dolor o seña de padecimiento se refleja sobre su noble rostro.

 La Gloria 

El día 17 de diciembre de 1830, apenas pasada la una de la tarde, muere el Libertador; sus facciones expresan una perfecta serenidad, ningún dolor o seña de padecimiento se refleja sobre su noble rostro.

«...vuestra fama crecerá, así como aumenta el tiempo con el transcurso de los siglos, y como crece la sombra cuando el sol declina»

José Domingo Choquehuanca (Perú, 1825)


"Presidentes Constitucionales de Venezuela", Caracas, 2001

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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:20

El Rey.-
Por cuanto teniendo presente lo que me han representado el actual Virrey, Gobernador y Capitán del Nuevo Reyno del Granada, y los Gobernadores de las Provincias de Guayana y Maracaibo acerca de los inconvenientes que produce el que las indicadas Provincias, tanto como las de Cumaná e islas de Margarita y Trinidad, sigan unidas como al presente lo están al Virreinato, y Capitanía General del indicado Nuevo Reyno de Granada, por la distancia que se hallan de su capital Santa Fe, siguiéndose por consecuencia el retardo en las providencias con graves perjuicios de mi real servicio. Por tanto, para evitar estos y los mayores que se ocasionarían en caso de una invasión; he tenido a bien resolver la absoluta separación de las mencionadas Provincias de Cumaná, Guayana y Maracaibo, e islas de Trinidad y Margarita, del Virreinato y Capitanía General del Nuevo Reyno de Granada, y agregarlas en lo gubernativo y militar a la Capitanía General de Venezuela, del mismo modo que lo están, por lo respectivo al manejo de mi Real Hacienda, a la nueva Intendencia erigida en dicha Provincia, y ciudad de Caracas, su capital. Así mismo he resuelto separar en lo jurídico de la Audiencia de Santa Fe, y agregar a la primitiva de Santo Domingo, las dos expresadas Provincias de Maracaibo y Guayana, como lo está la de Cumaná y las islas de Margarita y Trinidad, para que hallándose estos territorios en una misma Audiencia, un Capitán General y un Intendente inmediatos, sean mejor regidos, y gobernados con mayor utilidad de mi Real Servicio. Y en su consecuencia mando al Virrey, y Audiencia de Santa Fe, se hayan por inhibidos y se abstengan del conocimiento de los respectivos asuntos que les tocaba antes de la separación que va insinuada, y a los Gobernadores de las Provincias de Cumaná, Guayana y Maracaibo, e islas de Margarita y Trinidad, que obedezcan, como a su Capitán General al que hoy es y en adelante lo fuere de la Provincia de Venezuela, y cumplan las órdenes que en asuntos de mi Real Servicio les comunicare en todo lo gubernativo y militar y que así mismo den cumplimiento los Gobernadores de las Provincias de Maracaibo, y Guayana a las Provisiones que en lo sucesivo despachare mi Real Audiencia de Santo Domingo, admitiendo para ante ella las apelaciones que se interpusieren según y en la forma que lo han hecho, o debido hacer por ante la de Santa Fe, que así es mi voluntad.

Dada en San Ildefonso a ocho de septiembre de mil setecientos setenta y siete.

Yo el Rey


La Real cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela fue expedida por orden del rey Carlos III.


Documentos Históricos

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2 diciembre 1998 3 02 /12 /diciembre /1998 01:10

El Rey.-

Por cuanto en el año de mil seiscientos y no-venta y seis, dieron cuenta el Gobernador y Reverendo Obispo de Caracas, de estar per-feccionada la fábrica del colegio seminario de Santa Rosa de aquella ciudad, corriente sus rentas, admitídose en él trece colegiales, nom-brádose mayordomo según leyes del Real Pa-tronato, y leerse cátedras de gramática, artes, de teología moral, a fin de que se le con[ce]diese facultad de que en él se pudiesen dar grados, y admitirse cinco o seis, colegiales más, arreglándose a las mismas reglas de él, con cuyo motivo, se previno por Real Cédula de catorce de agosto del año de mil y setecientos, al referido Gobernador que respecto de estar aprobado la fundación del mencionado seminario y las constituciones formadas para su gobierno y admisión de colegiales, y todo lo demás que hasta entonces se había obrado, y estar a los principios de la fundación: no se tenía por conveniente innovar en lo practicado hasta que con el tiempo, reconociéndose algunas utilidades se pudiese tomar la resolución más conveniente para el aumento, honor y premio de las letras, a cuyo fin participase los adelantamientos que fuese teniendo ese colegio. Y habiendo solicitado después el Reverendo Obispo le concediese al referido colegio la facultad de poder dar grados, se le añadió por otra Real Cédula de veinte de setiembre del año de setecientos y dos, que para poder tomar con entero conocimiento resolución en esta materia expresase el número de maestros, colegiales y cursantes que había en el referido colegio con toda individualidad, y de las conveniencias o inconvenientes que podían seguirse a aquella provincia y a las demás circunvecinas, de conceder la facultad de que en este colegio se diesen grados y de la congrua asignada para la permanencia de las cátedras sería existente, perpetua y suficiente, habiéndose hecho también este encargo el año de setecientos y seis al Gobernador y Cabildo eclesiástico de la referida ciudad, de que ha resultado representar últimamente el Reverendo Obispo, el Cabildo eclesiástico y los alcaldes ordinarios (ejerciendo en ínterin el gobierno de aquella ciudad) y el Rector del mencionado colegio, estarse experimentando el mayor número los oyentes de todas facultades y recrecido nuevamente dos cátedras de Instituta y Cánones, a las que antes se leían con conocido provecho de toda la provincia, como era notorio a todos en el acierto de los ministros eclesiásticos que cada día salían del colegio y proseguirán muchos más sus estudios, a tener seguridad de lograr en él los grados que con tantos costos y riesgos de su vida van a solicitar a Santo Domingo, México y Santa Fe, teniendo por muy de su obligación repetir la instancia de que se le conceda dicha facultad al colegio y licencia para conseguir de Su Santidad bula facultativa para erigirse en Universidad, para consuelo y utilidad de toda aquella provincia, que ha tantos años lo está anhelando y más cuando no se sigue perjuicio alguno a las demás universidades, por hallarse el referido colegio con nueve cátedras establecidas y dotadas con rentas suficientes, pues la de Filosofía tiene ciento y cincuenta pesos, los ciento y veinte de dotación y los treinta que paga dicho colegio; las de Teología de Prima y Vísperas con cien pesos de renta; la de Moral práctico con otros cien pesos, y otra de Música para que los seminaristas aprendan según dispone el Santo Concilio de Trento; y la de Prima de Cánones, con tres mil pesos de principal, que dio a este fin el Reverendo Obispo, habiéndose dado principio el día quince de julio del año próximo antecedente con grande concurso de los Cabildos eclesiástico y secular, religiones, nobleza y plebe de aquella ciudad y sido de gran júbilo para aquellos naturales el ver este acto tan conveniente para el adelantamiento de los estudios a que se añade el haber aumentado el Reverendo Obispo la cátedra de Leyes de Instituta mil y quinientos pesos de principal, para que llegue su renta anual a ciento veinte pesos, ponderando al mismo tiempo que en el curso de Filosofía a que se dio principio el día diez y ocho de setiembre del año de setecientos diez y nueve se matricularon sesenta estudiantes latinos de satisfacción, que muchos de ellos habían orado en Retórica, antes de entrar en dicho curso, y habiendo vacado la cátedra de Latinidad y Retórica, se pusieron edictos, y hubo once opositores, y algunos de muy tierna edad, y por mayor número de votos se proveyó en el colegial subdecano, quien la asiste, habiendo estado siempre este colegio al cuidado del Cabildo eclesiástico, y regentado sus cátedras los sujetos de más autoridad y letras de aquella Iglesia, con lo que se ha conseguido estar todo perfeccionado, así en la fábrica material como en lo formal teniendo (como tiene) muy copiosa librería, de todas Facultades; suplicando, que en esta consideración se le conceda al referido colegio la facultad de poder dar grados y erigirse en Universidad, con el renombre de Real, para premio de las letras y consuelo de aquella provincia, a quien con estas gracias y sin costa alguna de la Real Hacienda, se la evitará los excesivos costos y evidentes peligros, dilatados viajes y muertes, que han sucedido por conducirse a las Universidades referidas de Santo Domingo y Santa Fe, siguiéndose ser muy pocos los estudiantes que pasan a graduarse después de consumidos sus patrimonios en los estudios. Visto en mi Consejo de las Indias, con lo que dijo mi Fiscal de él, y consultádoseme sobre ello, se ha considerado el conocido aumento del mencionado Colegio así en oyentes, fábrica de generales, como en cátedras, que componen el número de nueve dotadas, y siendo también conocidos los gastos y riesgos para ocurrir a la Universidad más inmediata, los que necesitan los grados, y que erigiéndose en Universidad este colegio en la conformidad que disponen las leyes, se repara y satisface todo lo expresado, y se les persuade a que permanezca y no se entibien los que se aplicaren a los estudios por defecto de los grados, y más cuando no obsta este perjuicio que se puede seguir a la Universidad de Santo Domingo y Santa Fe, como también que el referido Colegio de Santa Rosa es un Seminario de colegiales cursantes. He resuelto concederle (como le concedo) facultad para que pueda dar grados y erigirse este colegio en Universidad, en la misma conformidad y con iguales circunstancias y prerrogativas que la de Santo Domingo y con el título de Real, como le tiene dicha Universidad. Por tanto, mando al Virrey y Audiencia, y a todos los demás Ministros, Gobernadores y Justicias mías, y ruego y encargo a los Prelados eclesiásticos de aquel paraje, que cada uno en la parte que respectivamente le tocara, guarde y cumpla, lo contenido en esta mi Real deliberación, dando el auxilio y órdenes que fueren convenientes a la ejecución y observancia de ella, haciendo que se les guarden las preeminencias y exenciones que le pudieren pertenecer y se guardan a las demás Universidades, y particularmente a la de Santo Domingo, para que por este medio logre esta provincia el consuelo de ver a sus hijos establecidos con Universidad, sin los gastos y riesgos que han padecido hasta aquí, que así es mi voluntad. Y declaro haber satisfecho los dos mil reales de plata doble que por esta facultad se debían al derecho de la media anata. Y al presente se notará en las Contadurías Generales de la distribución y valores de mi Real Hacienda, en la de mi Consejo de las Indias y por los Oficiales Reales de la referida ciudad de Caracas, y en las demás partes que conviniere tenerse presente para su precisa observancia.

 

Dada en Lerma, a veinte y dos de diciembre de mil setecientos y veinte y uno.

Yo el Rey.

Por mandato del Rey, nuestro señor, don Francisco de Arana.


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1 enero 1998 4 01 /01 /enero /1998 15:14

  Beisbol 5 (zona de strike)  Beisbol 4 (medidas del guante)

Medidas oficiales del Campo de Beisbol

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  • : Rafael Bervín Farías
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